El límite y su maravillosa función de contener y organizar

Los datos más importantes de esta nota son:

  • Los límites enseñan responsabilidad y consecuencias de las acciones.

  • El proceso de establecer límites implica frustración, pero es necesario para que el/la niño/a aprenda lo que está permitido.

  • Los límites organizan al niño/a y lo/a preparan para adaptarse a las normas.

  • Un niño/a con límites claros se siente contenido/a y puede convivir adecuadamente en diferentes entornos.

  • Establecer límites desde el nacimiento ayuda a desarrollar habilidades sociales y a manejar las emociones.

  • Los límites deben ser claros para que el/la niño/a los respete.

  • La crianza responsable incluye poner límites firmes que ayuden al niño/a a madurar física, emocional y socialmente.

¿En qué consiste introducir al niño a un límite?

El límite es un borde que permite entender que hay un espacio en el que nos movemos sin mayores peligros, y hay espacios a los que nos empezamos a acercar que comienzan a confrontarnos con lo que nos pone en riesgo. Todos entendemos que, si nos acercamos a algún precipicio, y avanzamos más allá del borde, estaríamos en serios problemas y en peligro. O bien, si dejamos un plato de porcelana más allá del borde de la mesa, es probable que el mismo se caiga y se rompa. Traspasar el borde claro e identificable, produce “fracturas”.

Introducir a un niño/a al límite, es introducirlo/a al borde, a que pueda entender que hay un borde para sus acciones, con lo cual es enseñarle uno de los pilares más importantes de la crianza, es decir, los conceptos de responsabilidad y consecuencia.

¿Por qué no menciono castigo o penitencia? Porque es importante enseñarles a los niños/as, desde muy pequeños/as, que todas nuestras acciones tienen consecuencias. Que nuestras acciones, si no son buenas, no van a traer consecuencias buenas, y si nuestras acciones son buenas, van a traer consecuencias buenas. 

Por eso, es importante hablar de responsabilidad, para que el niño/a aprenda a hacerse responsable de todas sus acciones y de las consecuencias que las mismas conllevan. 

El proceso de introducir a un niño/a al límite indefectiblemente lleva al acto de la frustración. Esto implica, dejar en claro las pautas de lo que está permitido y de lo que no. Es claro, que los/as niños/as siempre van a tender a hacer espontáneamente lo que quieren, porque están en plena exploración del mundo, más aún cuando son pequeños/as. Ante pautas claras, y ante la disrupción con respecto a las mismas, es importante dejar en claro las consecuencias y cumplirlas, para que el/la niño/a aprenda cuáles son sus acciones aceptables, adecuadas y asertivas, y cuáles no. Esta es una función fundamental para nosotros/as, personas adultas, con el objetivo de brindarle a los/as niños/as recursos, que les permitan adquirir y desarrollar habilidades sociales, en función de convivir, compartir y disfrutar dentro del orden social. 

Un/a niño/a que tiene los límites claros es un niño/a que puede adecuarse y adaptarse a las diferentes situaciones que la realidad le plantea. Socialmente, funcionamos entendiendo que hay un orden preestablecido y que la falta a dicho orden conlleva consecuencias claras. Sabemos que una autopista marca las velocidades máximas permitidas, y entendemos que, si traspasamos dicha velocidad máxima permitida, habrá consecuencias como una multa, o bien la quita de puntos del scoring. Es decir, ante la inadecuación a la norma, hay una consecuencia, y esa consecuencia es una pérdida, ya sea monetaria o de puntos necesarios para continuar transitando. El cartel de velocidad máxima permitida no es una amenaza para nosotros, es una advertencia de lo que está permitido y de lo que no. Por eso, es importante dejar en claro con el/la niño/a, cuáles son las reglas en la crianza, qué es lo permitido y qué es lo que no está permitido, y las consecuencias tanto por el respeto y adecuación a lo permitido, como por la disrupción a lo pautado. 

Para que el/la niño/a entienda que, ante una advertencia, puede haber consecuencias posteriores si no logra autorregularse u organizarse en función de lo pautado, es importante cumplir con las consecuencias advertidas. 

Muchas veces, a las personas adultas nos cuesta poner límites a los/as niños/as, porque nosotros/as mismos/as, como personas adultas, no encontramos nuestros propios límites. El límite contiene y organiza. Cuando un/a niño/a crece con personas adultas que ponen límites claros y objetivos, se siente contenido/a y organizado/a, porque hay una persona adulta segura que ordena la escena, y eso ya no queda en responsabilidad del niño o la niña, que carece de recursos psíquicos para hacerlo. 

Por eso, es tan importante la función del límite. A medida que el niño o la niña va creciendo, va entendiendo la realidad que se le presenta, y va instrumentando recursos y estrategias para poder adaptarse, entendiendo cuáles son los bordes y los límites que dichas realidades presentan. Por ejemplo, en una escuela hay límites claros, un reglamento que está establecido institucionalmente, y un/a niño/a que viene con los límites bien entendidos desde la casa, puede entender el límite que plantea la institución educativa y adecuarse a ellos, sin que se vuelvan un problema por no poder tolerarlos, y frustrarse ante los mismos, con actitudes reaccionarias, poco asertivas, con los compañeros, las compañeras, las personas adultas o el entorno. 

Los límites empiezan desde el momento mismo del nacimiento. ¿Cuántas veces hemos escuchado a madres contar que su bebé, al estar tomando el pecho, la muerde? Y que ella se enoja y le enseña que eso no está bien. Es correcto enseñarle, incluso al recién nacido o recién nacida, cuáles son las acciones que tienen efectos positivos o negativos en la otra persona. Si bien, el acto recién citado es un acto evolutivo y esperable en el bebé o la bebé por la llamada pulsión de apoderamiento (cuando teme perder a la mamá, la incorpora y se quiere apoderar de ella), igualmente es un momento de aprendizaje para el/la bebé, sobre el impacto doloroso que tiene esa acción en la otra persona. En relación a esto, es común ver en la naturaleza, cómo una madre expulsa de la manada al cachorro que la muerde al amamantarlo, y no le permite volver hasta que se acerca con delicadeza. 

Por otro lado, es importante destacar que, el límite es de domingo a domingo, en cualquier situación en la cual una persona adulta y un/a niño/a se encuentren. No hay días ni horarios específicos de agenda, para educar. La educación es de domingo a domingo, más allá de cuáles sean los espacios que habiten: familiares o sociales. En este sentido, es importante que el entorno entienda cuáles son los criterios de crianza que tiene la pareja parental y los respeten. El entorno tiene que respetar dichos criterios de crianza, en función de los mensajes claros para con el niño o la niña, para no dar lugar a los dobles discursos, que abren las grietas por donde “se filtran”.  Es conocida la frase de que los padres y las madres están para criar, las tías, los tíos, los amigos, las amigas, los abuelos y las abuelas para malcriar. 

La realidad es que la crianza es una tarea titánica, cuando está asumida con responsabilidad. Y lo mejor que le puede pasar a la pareja parental o a quien ejerza los cuidados exclusivos del niño o la niña, es que todo el círculo cercano, familiar y social se alinee a los criterios de crianza establecidos por madre y/o padre, más allá de las complacencias ocasionales, que luego, se puedan tener para con el niño o la niña. 

Un niño/a organizado/a que entiende de límites disfruta los momentos de complicidad y complacencia, sin exigirlos tiránicamente, como un derecho adquirido. 

Un niño/a que no entiende los límites, no puede ni siquiera disfrutar de esos momentos de complacencia, porque los entiende como naturales, como parte de la obligación de la otra persona, como un derecho adquirido sin obligaciones propias. 

Recordemos que, no importa la edad, cada niño o niña tiene las obligaciones necesarias y oportunas, acorde a la edad que tenga. La pareja parental tiene que poder, desde muy temprano, de educar dejando en claro lo que está permitido y lo que no, y las consecuencias, tanto positivas como negativas. Y es función del entorno acompañar sin desautorizar, respetando que la educación del niño o niña es de domingo a domingo “24x7”.

Es significativo el aumento de consultas psiquiátricas en pacientes pediátricos/as, debido a que, tanto niños, niñas, como adolescentes, no encuentran un borde claro, y se desorganizan dando lugar a diversas psicopatologías, que luego llevan a tratamientos farmacológicos en edades tempranas. 

Una crianza responsable, es una crianza disponible, entendiendo que dicha tarea requiere de tiempo para acompañar el crecimiento, con asertividad, determinación y seguridad. 

Los límites son una de las manifestaciones más concretas del amor y de la disponibilidad saludable para con la otra persona. Y esto corre para todos los tipos de amor que podamos experimentar en la vida. Amar entendiendo de límites, es amar cuidando a la otra persona, cuidándonos a nosotros y cuidando el vínculo, y la salud del mismo, siempre.

Cortito y al pie:

  • Los límites contienen y organizan.

  • Un niño/a que inscribe límites claros, es un niño/a organizado/a, con recursos para una adaptabilidad asertiva a la realidad que convoca y rodea. 

  • Las pautas deben ser claras y las consecuencias cumplibles y respetadas: “No vas a ir a la plaza en todo el año”, sabemos que no es cumplible y, por ende, dicha consecuencia no será respetada y el límite se volverá poco creíble.

  • Somos responsables de nuestras acciones y de las consecuencias que conllevan. 

  • El entorno debe acompañar y entender que la educación es de domingo a domingo, y es por entero, una determinación de los padres y las madres, a la cual el entorno se acopla y la respeta.

  • Los límites claros, determinados y seguros, no sólo que no vulneran los derechos del niño o la niña, sino, que los respetan conteniendo y organizando al niño/a, en su proceso de crecimiento y maduración física, psíquica y afectiva. 

Ya lo decía El Principito: “Hay que soportar dos o tres orugas, si queremos conocer las mariposas”.

Poner límites claros es incómodo al momento de sostener la angustia que los mismos generan, pero es absolutamente necesario, para un óptimo y sano desarrollo cuando de niños/as y vínculos se trata.

Lic. Aurora Lucero Psicóloga MN: 40.608

 

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