Criar a un niño o una niña, entendiendo de que todos sus actos tienen consecuencias y es responsable de los mismos, le permite no sentirse ajeno/a a sus acciones, sino más bien responsable de las mismas.
Por este motivo, es importante señalar en los distintos actos de los niños o las niñas, si los mismos tendrán consecuencias positivas o negativas. Y enseñarles a hacerse responsables.
Muchas veces ponemos el foco en hacer que el niño o la niña se haga responsable de lo malo, pero no le enseñamos a hacerse responsable de lo bueno.
Si el niño o la niña se compromete con sus tareas y las mismas resultan con éxito, hay que mostrarle que dicho resultado es producto de su responsabilidad y esfuerzo. Y que toda acción que es llevada a cabo de ese modo, siempre va a tener consecuencias positivas.
Lo mismo respecto al manejo de sus emociones. Ser andamiaje de las emociones del niño o la niña desde muy temprana edad, permite ofrecerle distintas matrices de regulación emocional. Si le enseñamos la calma, sosteniendo su angustia, y logra calmarse en el afecto seguro de una persona adulta, enseñarle al niño o la niña a sentirse responsable del esfuerzo realizado, en función de su regulación emocional, es enseñarle su capacidad de logro y las consecuencias positivas que su esfuerzo tiene para su desarrollo, en este caso, emocional.
Una crianza que logra desarrollar en un niño o una niña estás cinco funciones, es una crianza que le aportará recursos indispensables para su salida al mundo y la convivencia saludable, dándole la posibilidad de vivir esa experiencia y disfrutarla.
Tolerancia a la frustración, tolerancia a los tiempos de espera, capacidad de estar a solas, y los conceptos de responsabilidad y consecuencia, forman a un niño o una niña saludable y capaz de explorar el mundo y disfrutar mientras lo hace.