Los 5 pilares de la crianza

Los datos más importantes de esta nota son:

La crianza requiere competencias clave: cuidado, atención y disponibilidad.

Los pilares fundamentales incluyen:

  • Tolerancia a la frustración: enseña creatividad y a explorar nuevas opciones.

  • Tolerancia a los tiempos de espera: fomenta la reflexión y el pensamiento creativo.

  • Capacidad de estar a solas: fortalece la imaginación y la vida interna.

  • Concepto de responsabilidad y de consecuencias: ambos pilares son las 2 caras de una misma moneda y les enseña a asumir tanto las acciones buenas como las malas.

Ser agentes de frustración y enseñar a esperar, jugar en soledad y asumir consecuencias, ayuda a formar niños/as resilientes y creativos.

La crianza podría ser considerada la tarea más difícil. Criar a un niño o una niña requiere de diversas competencias de cuidado, atención y disponibilidad por parte de las personas adultas cuidadoras. Dichas competencias llevadas a cabo de manera asertiva, permitirán al niño o la niña contar con recursos que lo habiliten a transitar las diversas situaciones de la vida de manera exitosa.

Por ello, es importante señalar cinco pilares de la crianza:

  • Tolerancia a la frustración

  • Tolerancia a los tiempos de espera

  • Capacidad de estar a solas

  • Concepto de responsabilidad 

  • Concepto de consecuencia 

Tolerancia a la frustración

Permitir que un niño o una niña se frustre, es permitirle que se vuelva creativo/a. Un niño o una niña que puede tolerar la frustración, es un niño o una niña que puede explorar en otras opciones y no tener una limitación a sólo una. Por ello, es importante que, como personas adultas, seamos agentes frustradores/as del niño o la niña. 

Exponer a un niño o una niña a la frustración, es exponerlo/a a la desilusión, tan necesaria para poder abordar la realidad sin esperar que la misma se adecúe a sus deseos personales.

La frustración nos vuelve personas creativas. Cuando algo no se da como esperamos, si hemos desarrollado la tolerancia a la frustración, intentaremos con nuevas opciones, con nuevos caminos. 

Desilusionar a un niño o una niña, tolerar y sostenerle la angustia de dicha desilusión y proponerle explorar opciones distintas, es una forma de darle recursos fundamentales para los embates de la vida. 

Esto está directamente relacionado con lo siguiente.

Tolerancia a los tiempos de espera

Un niño o una niña que sabe esperar, puede reflexionar y, en su reflexión, adquirir más creatividad.

La espera permite que, frente a la frustración, se tolere el tiempo necesario que dicha espera requiere, para volver a probar en opciones diversas, sin caer en el típico “capricho” y se explore en nuevos deseos. 

Muchas veces, hemos visto cómo un niño o una niña que sabe esperar, no queda con la frustración, sino que se permite explorar nuevas opciones y prontamente lo/la vemos jugando con otra cosa, desarrollando un gran proceso creativo; y esto mismo también nos lleva a lo siguiente.

La capacidad de estar a solas

Un niño o una niña que puede jugar en soledad es una persona que tiene una gran vida interna, debido al desarrollo de la imaginación. Dicha imaginación es lo que permite que pueda crear historias, inventar personajes, llevar adelante el juego simbólico, encontrando castillos, camiones o fortalezas en unas simples cajas de cartón.

La capacidad de estar a solas complejiza el pensamiento y le permite al niño o la niña experimentar la potencia de su creatividad poniendo en el juego su propio mundo interno.

En cuanto al concepto de responsabilidad y consecuencia, ambos son las caras de una misma moneda.

Responsabilidad y consecuencias

Criar a un niño o una niña, entendiendo de que todos sus actos tienen consecuencias y es responsable de los mismos, le permite no sentirse ajeno/a a sus acciones, sino más bien responsable de las mismas.

Por este motivo, es importante señalar en los distintos actos de los niños o las niñas, si los mismos tendrán consecuencias positivas o negativas. Y enseñarles a hacerse responsables.

Muchas veces ponemos el foco en hacer que el niño o la niña se haga responsable de lo malo, pero no le enseñamos a hacerse responsable de lo bueno. 

Si el niño o la niña se compromete con sus tareas y las mismas resultan con éxito, hay que mostrarle que dicho resultado es producto de su responsabilidad y esfuerzo. Y que toda acción que es llevada a cabo de ese modo, siempre va a tener consecuencias positivas.

Lo mismo respecto al manejo de sus emociones. Ser andamiaje de las emociones del niño o la niña desde muy temprana edad, permite ofrecerle distintas matrices de regulación emocional. Si le enseñamos la calma, sosteniendo su angustia, y logra calmarse en el afecto seguro de una persona adulta, enseñarle al niño o la niña a sentirse responsable del esfuerzo realizado, en función de su regulación emocional, es enseñarle su capacidad de logro y las consecuencias positivas que su esfuerzo tiene para su desarrollo, en este caso, emocional.

Una crianza que logra desarrollar en un niño o una niña estás cinco funciones, es una crianza que le aportará recursos indispensables para su salida al mundo y la convivencia saludable, dándole la posibilidad de vivir esa experiencia y disfrutarla.

Tolerancia a la frustración, tolerancia a los tiempos de espera, capacidad de estar a solas, y los conceptos de responsabilidad y consecuencia, forman a un niño o una niña saludable y capaz de explorar el mundo y disfrutar mientras lo hace.

Cortito y al pie:

  • Ser agentes que generan frustración en el niño o la niña y no darle siempre lo que pide o lo que quiere: en la vida, detrás de un “No” se abre un universo de posibilidades de distintos “Sí”.

  • No todo lo que el niño o la niña quiere tiene que tener respuesta inmediata: tiene que saber esperar para aprender a disfrutar aquello por lo que espera.

  • Enseñarle al niño o la niña la importancia de jugar en soledad para que pueda desarrollar su vida interna y darle rienda suelta a la imaginación y a la creatividad. 

  • Somos responsables de todos nuestros actos, tanto buenos como malos, por ello es preferible fomentar y enseñar el impacto que sus actos buenos tienen en el entorno, y en sí mismos/as.

  • Las consecuencias pueden ser buenas o malas, sin embargo, las únicas que se disfrutan son las buenas, por ello enseñémosles a disfrutar de la elección asertiva de sus actos. 

Pensar la crianza, es pensar en la vida que queremos para nuestros niños y nuestras niñas, y para la sociedad en la que vivirán y construirán, más allá de que podamos ver nosotros y nosotras, los efectos de nuestros esfuerzos y de la entrega generosa y amorosa.

“En el fondo, toda la vida no es otra cosa que plantar bulbos, enterrar semillas que nunca podremos tener la certeza de ver florecer” Susanna Tamaro, Una gran historia de amor.

AUTOR:

Lic. Aurora Lucero

Psicóloga

MN: 40.608

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