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El nombre de mi bebé: significado y simbolismo
“Pronuncio mi nombre y lo hago canción, busco los sonidos que hay en su interior, Si le pongo notas, sonará mejor, siento que al cantarlo ríe el corazón, Si me pongo triste con solo cantar, con ritmo mi nombre lo triste se va, pronuncio mi nombre y lo hago canción, busco los sonidos que hay en su interior…”
Mi Nombre | Composición y letra: Nora Sarmoria.
¿Para qué tenemos un nombre?
El nombre como acto simbólico, no sólo tiene relevancia a nivel de lo subjetivo, sino también a nivel de lo antropológico.
Levi-Strauss aísla tres funciones en la atribución del nombre propio: identificación, clasificación, significación. La función distintiva que consiste en sentirse reconocido, a través de la enunciación del nombre, varía de sociedades en sociedades. Por el nombre, toda persona es individualizada en el seno de un grupo más o menos amplio.
El nombre aparece generalmente como uno de los aspectos fundamentales de la persona y su estatuto, refiere a los componentes físicos, psíquicos y sociales de la persona.
Por este motivo, el nombre es el medio por el cual la sociedad identifica y singulariza a sus miembros, atribuyéndole diversos significados y sentidos, en función del lugar que el niño o la niña ocupa en el deseo y la fantasía de la madre y el padre. Por ende, se buscarán nombres que permitan pensar e imaginar al niño o la niña y su posible subjetividad, además del lugar que se le otorgará en el entramado generacional.
¿Y su función?
Nombrar es un acto simbólico que carga de sentido y significado la vida de quien formará parte de nuestro espacio vincular.
Para ello, es importante conectar con el propio deseo y pensar qué historia queremos que dé sentido a la vida de nuestro/a hijo/a.
El nombre otorga un lugar en la cadena transgeneracional, brindándole identidad y singularidad dentro de la misma, por lo tanto, privilegiar el nombre que nosotros/as queremos, por sobre la opinión de quienes nos rodean.
Es importante no dar demasiada participación al entorno en la elección del nombre, para que no quede sesgado lo que el deseo nos inspira. En todo caso, sólo dar participación a una o dos personas significativas.
En el caso de la presencia de hermanos mayores, procurar que el nombre sea elegido por la madre y el padre, a pesar de hablar con ella y él las distintas opciones.
Los nombres y sus significados nos permiten dar lugar en nuestro deseo a quien formará parte de nuestra vida, atribuyéndole la posibilidad de escribir su propia historia desde esta palabra tan significativa y singular.
- El nombre genera identidad, subjetividad y existencia y es el título principal de la historia que escribiremos a lo largo de nuestra vida.
¿Cómo elegimos el nombre?
Por la historia que nos inspira el/la bebé que va a nacer, o la historia que nos inspira el/la amado/a que llega a nuestra vida.
Por el lugar que vamos dándole al otro o la otra en el propio deseo y cómo dicho lugar se manifiesta en la forma de “llamarlo”.
Por las circunstancias personales y a veces, históricas y contextuales que atraviesan el nacimiento del niño o la niña.
En psicología, siempre decimos que lo que no se pone en palabras no se nombra, y lo que no se nombra no existe. El nombre tiene la función de generar identidad, subjetividad y existencia. Por eso, pensar en el nombre, es pensar en una función vincular estructurante.
Nombrar a quien formará parte de nuestra familia, es pensar en la historia que queremos que escriba para su propia vida, como acto de amor absoluto y generoso, para que cada vez que se pronuncie esa pequeña palabra tan llena de significado y sentidos, la historia, sea una historia de amor y resignificación.
Cortito y al pie:
Nombrar es un acto simbólico que carga de sentido y significado la vida de quien formará parte de nuestro espacio vincular.
Para ello, es importante conectar con el propio deseo y pensar qué historia queremos que dé sentido a la vida de nuestro/a hijo/a.
El nombre otorga un lugar en la cadena transgeneracional, brindándole identidad y singularidad dentro de la misma, por lo tanto, privilegiar el nombre que nosotros/as queremos, por sobre la opinión de quienes nos rodean.
Es importante no dar demasiada participación al entorno en la elección del nombre, para que no quede sesgado lo que el deseo nos inspira. En todo caso, sólo dar participación a una o dos personas significativas.
En el caso de la presencia de hermanos mayores, procurar que el nombre sea elegido por la madre y el padre, a pesar de hablar con ella y él las distintas opciones.
Los nombres y sus significados nos permiten dar lugar en nuestro deseo a quien formará parte de nuestra vida, atribuyéndole la posibilidad de escribir su propia historia desde esta palabra tan significativa y singular.
- El nombre genera identidad, subjetividad y existencia y es el título principal de la historia que escribiremos a lo largo de nuestra vida.
AUTORA:
Lic. Aurora Lucero
Psicóloga
MN: 40.608
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