- Te acompañamos en los primeros mil días de tu bebé
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Díada madre- bebé: su importancia en la salud mental
Cuando hablamos de la díada madre-bebé, hablamos también de la persona que ocupa la función de ser el primer objeto de amor del niño o niña, es decir, hablamos de función materna, más allá de quién la lleve adelante.
La mayoría de las veces, la progenitora, convertida en madre, es quien se encargará de traducir emocionalmente al niño o la niña y estar atenta a sus necesidades.
El desarrollo del niño o la niña, desde la perspectiva winicottiana, va a pasar primero, por la dependencia absoluta, para luego llegar a la dependencia relativa y, finalmente, alcanzar la independencia. La dependencia absoluta va desde el nacimiento a los 6 meses de vida; la dependencia relativa de los seis meses a los 24 meses; y luego de los 24 meses, la independencia. La dependencia absoluta incluye también la etapa prenatal además de la posnatal, es decir, en ese primer momento, el niño o la niña tiene una dependencia absoluta de quien va a ser su primer objeto de amor y cuidador confiable, es decir, que depende absolutamente de quien ejerza la función materna.
Cuando hablamos de la madre, hacemos referencia a la persona que pudo alcanzar la posición psíquica del maternaje.
En la dependencia absoluta, la madre pasa por la etapa de la Preocupación Maternal Primaria, que implica una identificación masiva con el niño o la niña para poder leer sus necesidades y sus estados emocionales. En esta etapa, el niño o la niña no se siente diferenciado, de modo tal que se siente fusionado con su madre, como si fueran un solo cuerpo. Por eso, en la primera etapa de dependencia absoluta, es tan importante acudir y satisfacer las necesidades del bebé, inmediatamente cuando él las manifiesta.
Lamentablemente, a veces se aconseja que para que el niño o la niña aprenda a dormir de manera independiente, en los primeros 2 años de vida, hay que dejar que llore. Esto es lamentable, porque el bebé o la bebé, sobre todo en los primeros meses de vida, lo vive con angustia. Cuando la persona que se ocupa de sus cuidados principales, es decir, su primer objeto de amor, no recurre a satisfacer sus necesidades, sobre todo en esta etapa de dependencia absoluta, la angustia, es irreparable.
No sólo se trata de una etapa de dependencia absoluta como plantea Donald Winnicott, sino también de una etapa de fusión, como lo plantea Melanie Klein. Si el bebé o la bebé no recibe los cuidados en el momento en el que siente la necesidad, siente angustia, porque al estar fusionado o fusionada con la madre, es como si una parte de su cuerpo no le respondiera.
En esta primera etapa, la importancia de satisfacer las necesidades del bebé o la bebé le permite a la madre crear la ilusión de omnipotencia, lo que le permitirá al bebé o la bebé pasar a la siguiente etapa de dependencia relativa, cuando la madre empiece a generarle desilusión.
Para Winnicott, la “Madre Suficientemente Buena” es aquella que puede desilusionar a su hijo/a. Mediante esa desilusión, el bebé o la bebé podrá buscar recursos propios que le permitirán llegar a la etapa de independencia, momento en el cual empezará a explorar en su autonomía mediante la incorporación del lenguaje y el control de esfínteres, por ejemplo.
Por eso, es tan importante que, desde la función materna, se vayan cumpliendo estas etapas en el desarrollo psíquico del bebé o la bebé, es decir, ser una madre completamente disponible para crear la ilusión de omnipotencia, y después ser lo “suficientemente buena” para poder generarle desilución
En este período de relación primaria entre madre-bebé, es importantísimo tener en cuenta que, dentro de esa relación, entra en juego la capacidad de la madre para amar a su bebé, poder entender sus necesidades y sentirse amada. Pero también, rondan los temores como ser insuficiente, o sentirse incapaz para amar, o entregarse a los cuidados asertivos del bebé o la bebé.
Por eso es tan importante la matriz de apoyo que la madre tenga para acompañar al recién nacido o recién nacida en estos primeros mil días de vida, los más importantes de la vida de cualquier persona. Esta matriz de apoyo protectora, está constituida por otras mujeres: madres, abuelas, tías, amigas. Este apoyo protege físicamente a la madre, la retira de las exigencias del mundo externo de modo tal, que pueda dedicarse su bebé.
Por otro lado, también protege psicológicamente a esta madre nueva, que va siendo acompañada, valorada e instruida en todo el proceso. Hay que tener en cuenta que en la madre se produce una reorganización de la identidad. La madre está en este momento en la encrucijada de desplazar su rol de hija al de madre, de esposa al de progenitora, de profesional al de cuidadora indispensable de este niño o esta niña recién nacido.
En esta reorganización se ponen en juego las historias de sus identificaciones previas, como también las nuevas relaciones con las diversas figuras maternas de esta matriz de apoyo. Por eso, como lo plantea Stern, es importante pensar en este proceso, como una constelación maternal que se activa frente al bebé o la bebé y se anuda en la díada.
Todo esto posibilita y permite que, en este vínculo activo que se da entre madre y bebé, este primer objeto de amor que el niño o la niña necesita para su nacimiento psíquico, presente disponibilidad psíquica absoluta para la traducción de sus necesidades y emociones.
Una madre que ha podido transitar de manera disponible los primeros mil días de vida del niño o la niña (los 270 de gestación más los 730 que comprenden el primer y segundo años de vida), es una madre que puede validar al niño o la niña en la búsqueda de su autonomía, marcándole el borde, a partir de convertirse en agente frustrador.
De este modo es como una madre va construyendo seguridad afectiva en el niño o la niña, ya que puede cumplir sus distintas funciones, volviéndose una base vincular segura y confiable. No sólo porque es la que da, sino también, porque es la que organiza a partir del borde que instaura mediante la desilusión.
Si todos entendiéramos la importancia que tiene el cuidado de la madre, el niño o la niña y del vínculo que se establece, generaríamos una gran prevención en salud mental a nivel poblacional.
Tenemos que entender que la maternidad y el nacimiento no son sólo un hecho biológico, sino que principalmente se trata de un hecho psíquico. Recordemos que el aparato psíquico que se estructura en nuestros primeros 4 años de vida es el que nos acompañará durante toda la vida, con las seguridades o inseguridades afectivas que se hayan originado en ese momento.
Todo lo que se formó y se fortaleció en esos primeros mil días de vida, o lo que fue deficitario o accidentado en la formación de ese primer vínculo diádico, es lo que iremos tratando de reparar en las relaciones futuras con amigos, amigas, parejas, familiares o conocidos y conocidas, con quienes establezcamos vínculos significativos. En todos los vínculos que establecemos a lo largo de la vida, ponemos en juego lo que pasó en ese primer vínculo diádico, fundante de nuestra salud mental. Por eso, la importancia de preservarlo, cuidarlo y prevenir a través de él el desarrollo futuro de una persona, mediante la salud mental perinatal.
Cortito y al pie:
El vínculo primario Madre/Bebé funda nuestra salud mental.
Contar con una matriz de apoyo permite cuidar a la díada en una constelación maternal.
La madre primero crea la ilusión de omnipotencia, para luego desilusionar al niño o la niña y conducirlo/a de este modo a la independencia necesaria para que, desarrolle los recursos para su saludable autonomía.
Cuando el bebé o la bebé nace, se diferencia de la madre, y en ese estado de fusión su dependencia es absoluta.
Mediante la desilusión, pasará a la dependencia relativa, que lo/la habilitará a explorar lo suficiente para llegar a la independencia.
Cuidar a la díada, es prevenir en salud mental.
La seguridad o inseguridad afectiva que se forme en ese primer vínculo fundante, dará cuenta de las relaciones que estableceremos en el futuro.
“Cuanto más pequeño es el niño, más confiable debe ser la persona desde el punto de vista de aquel. Sabemos que, en estos casos, sólo su amor por el niño o niña permite a la persona ser bastante confiable. Si amamos a un niño o niña y mantenemos con él una relación ininterrumpida, ya hemos ganado la mitad de la batalla”
(Winnicott, 2009:39.)
Autor: Dr. Martín Gruenberg
Mn 787
Ig @pediatradefamilia
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