- Te acompañamos en los primeros mil días de tu bebé
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El papel esencial del padre en la crianza
“…Por eso no quiero dejarte aparcao. Por eso no puedo seguir callao, Hoy que al fin me he dado cuenta que me sumabas de tu resta”
Ese que me dio la vida, Alejandro Sanz.
¿Dé qué se trata la parentalidad?
Cuando hablamos de Parentalidad, hablamos de funciones que pueden ser desplegadas por distintas personas en el proceso de crianza. El ser humano, tiene un desarrollo mucho más lento, que el resto de las especies, y dependemos de un otro o una otra para sobrevivir. La cría humana depende de su madre y de su padre, y sus necesidades no pueden ser satisfechas por fuera de este núcleo, donde se juega el cuidado, pero también el deseo, el amor etc. Por lo tanto, a partir de estas primeras experiencias de satisfacción que surgen de la alimentación, mediante la madre, es que se constituye el desarrollo pulsional del niño o la niña.
Cuando hacemos referencia a la función materna, entendemos que el/la niño/a, al nacer, es recibido/a en el seno de una relación simbiótica con su madre: no sabe diferenciar la realidad externa de la realidad interna, es decir, a la madre de sí mismo/a, y por tanto todo lo que acontece para él/ella, acontece en el mismo espacio físico, mental o psicológico que comparte con ella y siente como propio. El niño o la niña demandará masivamente a la madre, quien desde su propio deseo lo satisfacerá, creando la ilusión de omnipotencia que luego deberá decaer para desilusionar al niño o la niña, y dar lugar a la dependencia relativa llevándolo/a finalmente a la independencia.
Ahora bien, para que todo esto suceda, debe presentarse también la función paterna.
¿Qué es eso llamado función paterna?
Dicha función es conocida como la función de regulación y corte, es decir, que quien ejerza la función paterna regulará la relación entre la madre y el niño o la niña. La función paterna vendrá a cortar, a separar, para propiciar la consiguiente autonomía del niño o la niña. Esto permitirá que la madre vuelva a poner su deseo, que estaba primordialmente en el niño o la niña, fuera de él/ella, y lo redireccione a sus actividades personales, ya sea trabajo, estudio, pareja u otros/as hijos/as. Esta separación y construcción de autonomía que deviene luego de la regulación y corte por parte del padre le permitirá al niño o la niña, insertarse en la cultura mediante el corte con la madre.
El padre es la tercera persona, que en un primer momento apoyó el cuidado del niño o la niña, sostenido a la madre y al bebé o la bebé, para que puedan tener esa primera relación de dependencia absoluta. Una vez constituida la función paterna, es decir, la función de encarnar la ley, la cultura, el límite y la norma, el/la niño/a entenderá la inexistencia de su omnipotencia, y el grito con el cual solía llamar a la madre para la satisfacción de sus deseos, será reemplazado por la palabra. La palabra es un esfuerzo que requiere que el/la niño/a piense, y pida lo que le hace falta. Es el primer limitante a su omnipotencia, para dejar el principio de placer y la inmediatez por la que se rige, y entrar al principio de realidad.
Por lo tanto, la palabra como acto simbólico cargado de significados, es uno de los primeros grandes límites y permite la inserción en la cultura.
Para llamar a la madre, la misma debe ausentarse, debe faltar, y para que ella falte, el padre debe limitar esa relación mediante la regulación y el corte. Por lo tanto, es fundamental que quien ejerza la función paterna, entienda que la misma requiere la inscripción de la ley y la norma, para llevar adelante el proceso de separación en la simbiosis que se produce entre la madre y el/la niño/a en las primeras etapas de vida.
¿Cómo vemos en lo concreto la función paterna?
En la desilusión y la frustración que impone el límite al que se introduce el niño o la niña.
En la fractura de la ilusión de omnipotencia, dejando a la madre afuera de la relación entre el/la niño/a y el/la tercero/a, ya sea el padre u otro/a que ejerza dicha terceridad.
De este modo, el padre o quien ejerza la función, hará caer la ilusión de omnipotencia, permitiendo que en el/la niño/a surja la necesidad de la palabra. La pareja parental, para un desarrollo óptimo y saludable, tiene que poder llevar adelante ambas funciones: la nutricia y la de regulación y corte. La ausencia de alguna de estas funciones, es un serio factor de riesgo en el desarrollo psíquico y afectivo. Es la función de límite, que instaura la “bendita falta”, tan necesaria y estructurante para un desarrollo saludable. Donde se instaura un límite, un borde, se instaura también un espacio de contención y organización del niño o la niña. Dicha regulación, permite que la falta aparezca, y donde se instaura la falta, surge el deseo tan necesario e indispensable, como motor indiscutido de la vida.
Cortito y al pie:
La función paterna es la función de regulación y corte, esto significa que tenemos que poder regular la relación entre la madre y el niño o la niña a través del límite, la instauración del borde y la desilusión.
Es necesaria para romper la ilusión de omnipotencia que produce la simbiosis entre la madre y el niño o la niña, y establecer una “falta”.
Para que este proceso se lleve a cabo, la madre tiene que respetar y validar a quien ejerza la función paterna, es decir, darle lugar.
Esto significa que la madre tiene que confiar y delegar espacios fundamentales de crianza, donde pueda surgir y hacerse efectiva la función paterna que corta y regula la relación simbiótica establecida entre ella y el niño o la niña.
Dicha ruptura, permite la instauración de la ley y la norma, mediante el límite que contiene y organiza y viene de parte de ese/a tercero/a que puede ser el padre, o un/a otro/a significativo/a que establece dicha función de corte y separación.
El límite inscribe la falta, y la falta inscribe el deseo como motor indispensable de la vida: limito cuando frustro, cuando dejo en falta la demanda masiva del otro o la otra.
La función de regulación y corte, es igualmente importante que la función nutricia o función materna, ya que es la que allana el camino de la salud mental, cuyos pilares son la inscripción de la ley, la norma y la falta.
Ya lo decía Alejandro Sanz… un padre suma, donde pone resta.
Freud lo manifestaba de este modo:
“No puedo pensar en ninguna necesidad en la infancia tan fuerte, como la necesidad de protección de un padre”… ahora bien, proteger al niño o la niña como él también lo manifestaba, es protegerlo/a instaurando la ley, e inscribiendo la falta, a través de la necesaria separación y ruptura, de la ilusión de omnipotencia del/la niño/a con la madre.
Lic. Aurora Lucero
Psicóloga
MN: 40.608